Las gafas de sol no se inventaron originalmente para proteger la vista de los rayos de sol. Tienen su origen en torno al siglo XII en China. Fue el primer lugar donde se desarrolló una tecnología para ahumar los cristales de cuarzo con el objetivo de oscurecerlos, su fin era que los jueces chinos ocultaran sus ojos y las expresión de su rostro en los juicios para ocultar cualquier pista sobre el veredicto final.
Posteriormente, alrededor del 1430, se introducen en China las gafas graduadas provenientes de Italia y se combinan las dos técnicas para crear las primeras lentes graduadas oscurecidas.
Hasta 1752 las gafas oscurecidas no sufrieron cambios, fue ese año cuando James Ayscough, un óptico inglés famoso por sus microscopios, empezó a experimentar con el tintado de cristales para tratar problemas visuales relacionados con la sensibilidad a la luz solar, consiguiendo los primeros cristales de color verde y azul.
A comienzo del siglo XX era ya común ver este tipos de lentes a personajes famosos, especialmente a artistas del cine mudo, pero su precio era todavía prohibitivo para la gran mayoría de personas.
El uso común de las gafas de sol no llegó hasta que en 1929 el empresario Sam Foster, al frente de Foster Grant Company, comenzó la producción y distribución masiva de gafas de sol a un precio asequible en Atlantic City, extendiéndose rápidamente por el resto de Estados Unidos y el mundo.
Un poco más tarde, en los años 30, el ejército de los EEUU encarga a la compañía Bausch&Lomb un modelo de gafas de sol especial para los pilotos de aviación. Así fue como nació la marca Ray-Ban y uno de los modelos de gafas de sol más icónicos de la historia, las Aviator.
Pocos años después las gafas de sol se convertirían en uno de los principales complementos de moda, aparecen las primeras lentes orgánicas y las primeras gafas de sol progresivas.
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